Inserte aqui su publicidad

Oda al culo de una arquitecta, por Pedro Mairal

marzo 31, 2008 – 12:01 AM

No suelo concordar con el prójimo varón sobre cuál es el mejor culo. Noto un gusto general por el culito escuálido de las modelos flacas. A mí me gustan grandes, hospitalarios, macizos. Me gusta el culo balcón, que sobresale y se autosustenta como un milagro de ingeniería. El culo bien latino, rappero, reggaetón, de doble pompa viva y prodigiosa.

Me salen versos cuando hablo de culos. Quizá porque en los culos hay algo más antiguo y atávico que en las tetas, que en realidad son una intelectualización. Las tetas son renacentistas, pero el culo es primitivo, neanderthaliano. Con su poder de atracción inequívoca, su convergencia invitadora, es un hit prehistórico. Despierta nuestro costado más bestial: el del acoplamiento en cuatro patas. Las tetas son un invento más reciente, son prosaicas. El culo, en cambio, es lírico, musical, cadencioso, indiscernible del meneo de caderas, del ritmo, la batida de la bossa que retrata a la garota que se aleja en Ipanema.

Porque el culo siempre se aleja, siempre se va yendo, invitando a que lo sigan. Se mueve en dirección contraria de las tetas que siempre vienen y por eso suelen ser alarmantes, amenazadoras, casi bélicas (me acuerdo de las tetas de Afrodita, la novia de Mazinger Z, que se disparaban como dos misiles). Las tetas confrontan, el culo huye, es elegía de sí mismo, se va yendo como la vida misma y deja tristes a los hombres pensando qué cosa más linda, más llena de gracia aquella morena que viene y que pasa con dulce balance camino del mar.

Las mujeres argentinas tienen orto, las colombianas jopo, las brasileras bunda, las mexicanas bote, las peruanas tarro, las cubanas nevera o fambeco, las chilenas tienen poto. O mejor dicho, las chilenas no tienen poto, según mis amigos transandinos que se quejan de esa falta y quedan asombrados cuando viajan por Latinoamérica. Yo mismo casi me encadeno a la muralla del Baluarte de San Francisco en el último Hay Festival de Cartagena de Indias para no tener que volver y poder seguir admirando el desfile incesante de cartageneras o barranquilleras cuyos culos altaneros merecían no este breve artículo sino un tratado enciclopédico o un poemario como el Canto General.

De las cosas que hacen las mujeres por su culo, la que más ternura me da es cuando lo acercan a la estufa para calentarlo. No lo pueden evitar. Pasan frente a una chimenea o un radiador y acercan el culo, lo empollan un rato. El culo es la parte más fría de una mujer. Siempre sorprende al tacto esa temperatura, el frescor del cachete en el primer encuentro con la mano.

Durante el abrazo, se puede llegar a los cachetes de dos maneras. Una es desde arriba, si la mujer tiene puesto un pantalón, pero es dificultoso y lo ajustado de la tela impide la maniobra y la palmada vital. La otra forma es desde abajo y eso es lo mejor, cuando se alcanza el culo levantando de a poco el vestido, por los muslos, y de pronto se llega a esas órbitas gemelas, esa abundancia a manos llenas. En ese instante se siente que las manos no fueron hechas para ninguna otra cosa más que palpar esa felicidad, para sentir con todos los músculos del cuerpo la blanda gravitación, el peso exacto de la redondez terrestre.

Se suele pensar que, en el sexo, la posición de perrito somete a la mujer. Pero hay que decir que abordar por detrás a una mujer de ancas poderosas puede ser todo lo contrario: es como acoplarse a una locomotora, como engancharse en la fuerza de la vida, hay que seguirla, no es fácil, uno queda subordinado a su energía, hay que trabajar, darle mucha bomba, carbón para la máquina. Es uno el que queda sometido a su gran expectativa, absorto, subyugado, vaciándose para siempre en la doble esfera viva de esa mantis religiosa.

Una vez vi un hombre de unos 45 años dando vueltas al parque, corriendo tras su personal trainer. Lo curioso es que era una personal trainer, y las calzas azules de esta profesora de gimnasia evidenciaban que tenía un doctorado en glúteos. Como el burro tras la zanahoria, el hombre corría tras ella sin pensar en nada más que ese seguimiento personal. No me sorprendería que a la media hora hubiera un grupo de corredores trotando detrás, en caravana. La música de los culos es la del flautista de Hamelin. Los hombres, con su legión de ratones, van tras ella, hipnotizados.

Las mujeres saben aprovechar sus recursos. Yo trabajé en una empresa en el mismo piso que una arquitecta narigona (esas narigonas sexys) y con un “tremendo fambeco”. Ella sabía que era su mejor ángulo y lo hacía valer, con unos pantalones ajustados que dejaban todo temblando. Era una de esas oficinas cuadradas, llenas de líneas rectas: el almanaque cuadriculado, la tabla rectangular del escritorio, la ventana, los estantes, las carpetas de archivos. Un lugar irrespirable de no ser por el culo de la arquitecta que a veces pasaba camino a tesorería o a la fotocopiadora. Su culo era lo único redondo en todo este edificio de oficinas. Lo único vivo yo creo. Nunca intenté nada (se decía que tenía un novio), pero en una época yo pensaba escribir una novela con los acoplamientos heroicos que imaginé con ella. Una novela que iba a titular, con un guiño a Greenaway, “El culo de una arquitecta”.

No escribí ni dos líneas de esa novela, pero sí algunos poemas que ella nunca leyó. Me acuerdo que la veía antes de verla, la intuía en un ritmo particular que tenía el sonido de sus pasos, un peso, un roce de la cara interna de sus muslos de falsa mulata. Cuando aparecía en el rabillo de mi ojo, ya sabía plenamente que se trataba de ella. Y pasaba y todo se detenía un instante, el memo, el mail, la voz en el teléfono, todo se curvaba de pronto, no había más rectas, todo se ovalaba, se abombaba, y el corazón del oficinista medio quedaba bailando. No exagero.

Además era plena crisis del 2002. Todo se derrumbaba, caían los ministros, los presidentes, caía la economía, la moneda, la bolsa, caía el gran telón pintado del primer mundo, caía la moral, el ingreso per cápita, todo caía, salvo el culo de la arquitecta que parecía subir y subir, cada vez más vivaracho, más mordible, más esférico, más encabritado en su oscilación por los corredores, pasando en un meneo vanidoso que parecía ir diciendo no, mirame pero no, seguime pero no, dedicame poemas pero no. Ojalá ella llegue a leer esto algún día y se entere del bien que me hizo durante esos dos años con solo ser parte de mi día laborable pasando con tanta gracia frente al mono de mi hormona. Y ojalá se entere también que, cuando me echaron, lo único que lamenté fue dejar de verla desfilar por los pasillos respingando el durazno gigante de su culo soñado.

Pedro Mairal nació en Buenos Aires en 1970. Cursó la carrera de Letras en la Universidad del Salvador, donde fue profesor adjunto de la cátedra de Literatura Inglesa. En 1996 publicó el libro de poesía “Tigre como los pájaros” (Mención Premio Fortabat). En 1998 obtuvo el Premio Clarín de Novela por “Una noche con Sabrina Love”, que fue llevada al cine y traducida a varios idiomas. En el 2001 publicó el libro de cuentos “Hoy temprano” y en el 2003, el libro de poesía “Consumidor final”.

PD: Gracias a alusazan por descubrirnos el texto.

Mas: La ecuacion matematica del culo femenino perfecto


Inserte aqui su publicidad
  1. 11 Responses to “Oda al culo de una arquitecta, por Pedro Mairal”

  2. a mi me encantan los culos prietos, ejercitados, tersos y algo duritos, ah¡¡ y siempre bien acompañados de su coñito, con unos labios equilibrados y bien bonitos, de esos que cuando los ves-guardar como..- todo para meter la boca y hacerle un lavado…que como diria un amigo…como comiendo un plato de macarrones.

    By ck on Mar 31, 2008 at 2:23 AM

  3. los culos enormes me han dejado muy malas experiencias amorosas y mas desamores de los que alguien imaginaria . pero coño amo a esas mujeres con esas enormes caderas.

    By ramon on Mar 31, 2008 at 2:55 AM

  4. Hay dando vueltas por ahí otro texto de Pedro que se trata sobre las tetas. Es muy bueno realmente.

    By Rufián Melancólico on Mar 31, 2008 at 3:40 AM

  5. se nota que ese argentino nunca sintió un poto de una chilena ya que los argentinos vienen a tocar potos a Chile y las chilenas no los dejan. Se quedan con las ganas. Y las chilenas sí tienen poto. Es cosa de venir a comprobar.

    Ssludos mando desde CHILE tocándole el gran trasaero a mi señora esposa.

    By Carlos on Mar 31, 2008 at 5:01 AM

  6. Carlos, fíjate que no te creo, la verdad, necesito pruebas, unas fotos bastarían :D

    By GuitarWorker on Mar 31, 2008 at 3:08 PM

  7. «las chilenas no tienen poto»

    No generalizen, pues yo heredé un gran trasero que todos envidian… como una gran latina le rindo buenos honores con este regalo. Y si van a las playas de Chile se toparán con más de lo que expuso este señor.
    Es que también depende en que zona de Chile nacían esos comentarios, pues este país es largo y cambia totalmente de norte a sur. La gente, sus costumbres y hasta el acento en la forma de hablar son distintas.

    By Pía on Mar 31, 2008 at 5:23 PM

  8. Bueno, yo tengo que decir que cuando estuve en Chile (por las cercanías de Santiago) ese detalle no me pasó desapercibido. Y tengo que ratificar lo que dice el autor. Es una generalización, cierto, pero es real. Y Pía con esto no buscamos una ofensa, pues siempre existen las excepciones, pero los hechos, hechos son. Y almenos por alla el 1999 yo vi las cosas de este modo.

    Un saludo ;)

    By Zheik on Abr 1, 2008 at 12:52 AM

  9. en general, todas las latinas tienes grandes culos, incluidas paraguayas, argentinas, chilenas, etc, es cosa de ir a conocerlas.

    By Esteban on Abr 1, 2008 at 3:45 PM

  10. Pedro Mairal muy bueno tu relato Oda al culo de una aquitecta.Hubiera preferido que fueras un buen dibujante,y tendriamos ahora el dibujo del Culo de la Arquitecta,magnico como tu relato..Gracias Pedro

    By negro vi on Abr 8, 2008 at 2:39 AM

  11. COMO QUE LAS CHILENAS NO PRESTAN EL POTO A UN ARGENTINO ,SI SEÑOR. GUSTAN DEL ARGENTINO POR QUE ES ATACTIVO.PARA TODAS LAS LATINOAMERICANAS Y EL MUNDO , QUE DIGO EL MUNDO , EL UNIVERSO……..

    By JORGE on Nov 16, 2008 at 4:45 AM

  12. Soy chileno, y de debo confesar que la generalización del autor es rotundamente cierta: la chilena no tiene poto;no obstante, obviamente, las exepciones.

    By Matías S. on Nov 18, 2008 at 1:58 AM

Post a Comment