Follarme a una lesbiana: la fiesta del cartero y la prueba del boligrafo
marzo 6, 2007 – 5:29 AMFui a La Pimienta porque quería participar en la Fiesta del Cartero. No he de ocultar que también me atraía la idea de conocer el pub de lesbianas más famoso de la ciudad. Me planté allí acompañado por una pareja de amigos: el y ella, novios por aquel entonces. Fue el día de San Valentín, pues en esa fecha se celebraba anualmente el famoso evento. Para entrar fue necesario tocar previamente a un timbre y obtener el visto bueno del portero, que disponía de una mirilla en la puerta para examinar y seleccionar visualmente a los clientes. Tras franquear la entrada, nos pusieron una pegatina con un número en el pecho, sobre la ropa, mientras sentíamos el cálido aliento de una multitud: el sitio estaba abarrotado. Era uno de esos días en los que no se intuía el verdadero ambiente del local, pues los heterosexuales superábamos en número a los homosexuales. En la sala, cuatro o cinco personas hacían de cartero. Llevaban un gorrito que así lo indicaba, y además portaban un bolígrafo y una libreta. La mecánica era sencilla: todos los allí presentes luciamos una pegatina en el pecho con un número distinto; escogías a una “víctima”, y a continuación llamabas a uno de los carteros; este te prestaba el bolígrafo y te daba una hoja de papel arrancada de la libreta; escribías en la hoja un mensaje, doblabas el papel y en el anverso apuntabas el número que mostraba la persona a la que querías que se le diera el mensaje. Evidentemente, este no se le entregaba inmediatamente. Los carteros daban vueltas y mas vueltas por la sala, con muchos mensajes en la mano, y cuando coincidían con alguno de los destinatarios le entregaba el papelito. Se hacia así para que los receptores nunca pudieran identificar a los emisores espiando los movimientos de los carteros, manteniéndose así el anonimato de los primeros, pues en esa circunstancia residía la originalidad de la fiesta.
Tan solo me animé a mandar un mensaje en toda la noche, dirigido a una chica bastante mona: “Eres muy guapa. Quiero saber como te llamas”. Un rato después, una vez le entregaron la nota, la vi trazar con el dedo, sobre una pizarra imaginaria situada en la pared, el nombre María. A continuación, miró a su alrededor, buscando a su anónimo admirador. Al final de la fiesta, cuando ya se iba del local junto a sus amigas, la paré por el hombro cuando pasó a mi lado y le dije: “Tu nombre es muy bonito”. Ella se rió y siguió hacia la puerta. Si hubiera sido más inteligente, le habría indicado en el mensaje que quería saber también su número de teléfono móvil.
A partir de aquella noche, y durante unos meses, continuamos visitando La Pimienta. Pudimos disfrutar entonces de la verdadera esencia del local: clientes que se conocían desde hacia tiempo y se trataban de forma familiar, chicas que se besaban en la pista sin ningún pudor, fiestas cada dos meses… y mucho petardeo que nunca conducía a nada. Tanto mi amigo como yo íbamos allí con la secreta ilusión de contactar con alguna pareja de lesbianas con la que después poder montar un trío en la cama. Pero las chicas nunca se interesaban por nosotros, sino más bien por la novia de mi amigo, a la cual manoseaban con descaro cada vez que podían. Poco a poco fuimos perdiendo el interés, a la vez que el morbo, por aquel ambiente, así que el pub terminó por desaparecer de nuestra ruta nocturna habitual. Pero un día acabe yendo hasta allí solo, dispuesto a intentarlo por última vez. Estaba borracho, además de cabreado. Y es que había estado previamente tomándome unas copas con dos amigas, una de las cuales quería pasar la noche conmigo. No estábamos comprometidos, pues ella ya tenía novio, pero nos liábamos con cierta asiduidad y se suponía que nos sentíamos atraídos mutuamente. Pero, en un momento dado, ocurrió que uno de los chicos que andaba en el bar de copas comenzó a cortejarla, y ella se dejó llevar. Y tanto que se dejo llevar que al final acabo pegándose el lote con aquel inoportuno galán delante de mí y de su amiga: cuernos para el novio, y cuernos para el amante, es decir, para el menda lerenda. Lo mas curioso es que cuando el chico le pidió que se fuera con él ella no aceptó. Lo que hizo fue dirigirse hacia una pared y echarse a llorar, intentando demostrarme que se arrepentía de lo que acaba de hacer. Yo, que me había quedado mirando toda la función amorosa con un cierto pasmo y sin decir ni pío, no me moví del sitio. El chico, algo confuso, salió de allí abandonado a su presa, y yo hice lo mismo cuando me cansé de verla llorar, jurándome no volver a liarme con ella -cosa que cumplí-.
El caso es que allí estaba de nuevo, en La Pimienta, intentando cazar a alguna lesbiana para quitarme el mal sabor de boca que me había dejado una idiota con menos control sobre sus impulsos que una babosa. Tras dar unas vueltas dentro del pub, me paré a hablar con una mujer morena, la cual, sin ser nada guapa, no me resultó fea… el ir borracho resuelve este tipo de aparentes incongruencias. Me bastó con notar en sus ojos que se sentía atraída por mí para detener la conversación y meterle la lengua hasta la garganta. Tras una sesión de besos y mordiscos en el cuello, paramos un momento y entonces mi recién estrenado ligue aprovechó para presentarme a sus amigas, mostrándome ante ellas como una especie de trofeo. Durante el transcurso de la noche nos contamos lo justo: ella tenía 40 años -15 más que yo-, se llamaba Amanda, era licenciada en biología y estaba ampliando su formación académica realizando unos cursos sobre Ciencias Ambientales.
Transcurrida una hora, decidimos ir a mi piso a pasar la noche. Cuando nos dirigíamos hacia la parada de taxis mas cercana, paramos en un local para buscar cocaína, pues a Amanda le apetecía mucho meterse una raya (supuse en un principio que para animarse y desinhibirse un poco, aunque mas tarde supe que estaba enganchada a esa y otras drogas). Como no encontramos quien nos la vendiera, nos encaminamos ya directamente hacia la parada. Una vez en mi habitación, seguimos con el ritual amoroso. Lamentablemente, yo estaba muy borracho y aquello no se me levantaba, así que decidimos echarnos a dormir y esperar a la mañana para el fornicio. Horas después, al despertar, volvimos a las andadas. Tras los preliminares, me tumbé boca arriba y le pedí que me follara, pero cuando se puso encima mía e intento metérsela sentí como si me estuvieran rajando el cipote: ella tenía la vagina totalmente seca. Al ver mi expresión de dolor se quitó de encima y se excusó: “Es que me va a venir la regla”. Al final nos satisficimos masturbándonos mutuamente.
Ya relajados, mantuvimos una larga charla en la cama. Entonces empezamos a saber más el uno del otro. Me contó que, tras acabar la carrera, pasó unos años trabajando en un laboratorio de biología en la ciudad estadounidense de San Francisco, durante la década de los 80. Allí estuvo en contacto con la comunidad gay, así que le tocó vivir el desparrame de muertos que el SIDA produjo entre los homosexuales cuando comenzó a extenderse por Occidente. Recordó con pena a amigos ya desaparecidos por culpa de la enfermedad. Me dijo que una vez se cansó de soportar las eternas noches sin dormir para realizar experimentos, dejó aquel trabajo y se volvió para España. Cambió de tema y confesó sentirse cansada del lesbianismo, asegurando tener la intención de buscar a un hombre para volver a la heterosexualidad. Sin embargo, a continuación estuvo un largo rato hablando de chicas; chicas jóvenes a las que ella rondaba, afirmando haberles adivinado tendencias homosexuales. Mientras tanto, yo me relamía pensando en la posibilidad de robarle a alguna de aquellas jovencitas. Por lo menos, así tendrían elementos de comparación antes de dejarse caer en la otra acera. Pasó a contarme algo de su rutina diaria. Además de ir a un gimnasio, todos los días cogía la bicicleta y se hacia unos cuantos kilómetros. Parecía obsesionada con su figura, y en general con la idea de envejecer. En un momento dado, se levantó y se bajó de la cama, colocándose de pie frente a mí. Me preguntó: “¿A que todavía tengo un buen cuerpo?”. Le dije que si, pues verdaderamente conservaba una esplendida figura. “Para comprobar que tengo las tetas firmes me hago la prueba del bolígrafo”, añadió. La miré extrañado. Entonces tomó un bolígrafo que había en la mesa de mi dormitorio, se lo colocó con cuidado bajo uno de los senos, dejándolo allí inmovilizado con el peso de la teta, después bajo los brazos y a continuación los puso en cruz… y sonrió victoriosamente al oír el sonido que produjo el bolígrafo al caer al suelo. Repitió la escena, para dejar constancia de que lo ocurrido no había sido una casualidad, y finalmente volvió a la cama conmigo, exhibiendo una luminosa expresión de satisfacción. Entendí, por oposición, que a una chica con las tetas caídas no se le habría desprendido el bolígrafo al estirar los brazos. La verdad es que alguna he conocido que podría escalar el Everest llevando aprisionada la tienda de campaña bajo sus pechos.
No volvimos a quedar más, aun cuando habíamos hecho del propósito de vernos otra vez. Yo, como acostumbraba a hacer siempre, cortaba mi vida social en cuanto se aproximaba la fecha de algún examen, y ya tenia algunos a la vista. Además, Amanda me había dicho que si íbamos a volver a acostarnos tenia que hacerme antes las pruebas del VIH, y aquello me pareció una idiotez, pues si alguien tenia que desconfiar de la buena sangre del otro era yo, y no al contrario. Además, y como ya he indicado, ella no parecía estar realmente cansada de su lesbianismo, así que supuse que andaría gastando su tiempo entreteniéndose en acechar a jovencitas. En cierta ocasión me la encontré por la calle, y nos paramos a conversar. Como signo de buena educación, mostramos ambos que en nuestro móvil conservábamos el número de teléfono del otro, aunque no por ello nos llamamos en los días posteriores. Ahora bien, esa misma tarde, recordando aquella anécdota sobre la firmeza de sus senos, me hice la prueba del bolígrafo con los testículos, y tras dar tres saltos y realizar cinco giros cual danzarín sin que se moviera la pluma ni un solo milímetro en mi entrepierna, pude comprobar que tengo los huevos bien pesados y sobre todo bien caídos; como tiene que ser. Y esto es todo lo que puedo contar.
PD: De la obra Cuentos, misivas irreverentes y malas hierbas, inscrita en el Registro Territorial de la Propiedad Intelectual de Andalucía.
3 Responses to “Follarme a una lesbiana: la fiesta del cartero y la prueba del boligrafo”
Raúl farfulló…
Interesante historia, Inner. Me recuerda en algún detalle a mi juventud, je, je, je…
Adivino que la obra que nombras al final es un libro tuyo ¿puede ser? Eres una máquina, tio.
3/06/2007 10:09 AM
inner farfulló…
hola, raul
es el libro del k hablaba en la entrada anterior
ya lo registre, y la criatura necesitaba un nombre, jeje
lo ire despiezando por aki, en realidad es un conjunto de textos sueltos
saludos
3/06/2007 10:19 AM
Delarosa farfulló…
Eres un puto enfermo. Me caes bien.
(Muy bueno)
3/06/2007 12:15 PM
Valandil Calafalas farfulló…
Simplemente muy bueno el relato, aunque es normal que escribas cosas con sentido y de buen gusto, digamos que tenés una cadencia al contar historias que provoca terminarlas.
Vale mucho la pena este blog.
keep doin’ the good job!.
3/06/2007 4:02 PM
Anónimo farfulló…
ME GUSTARIA SER PARTE DE ALGUNA D TUS HISTORIAS, POR DESGRACIA ESTOY MUY LEJOS
BUENISIMO TU BLOG
3/06/2007 7:23 PM
Orayo farfulló…
MAGUSTAOMUXO!!
Enhorabuena por tus derechos de autor.
3/06/2007 9:47 PM
lili farfulló…
Un seul mot: bravo! ;)
3/06/2007 10:36 PM
El Arrepentido que se arrepintió farfulló…
Exelente, como es tu hábito
3/08/2007 11:50 PM
Anónimo farfulló…
Querido amigo Inner, si pretende impresionarnos con sus inventadas anécdotas de mente puberil y pajillera, hágalo… pero no se crea que tiene usted el don de la palabra. Lo único que tiene es una mente perversa y un diccionario de sinónimos.
3/09/2007 12:31 AM
inner farfulló…
kerido gañan, me encanta cuando delata usted su envidia, raskese el culo, ya ke le pica tanto
3/09/2007 12:59 AM
El Arrepentido que se arrepintió farfulló…
¿Se te ha ocurrido Inner que talvez el señor ANONIMO este perdidamente enamorado de tí, teniendo como único norte que lo invites a tomar un café, tú con la intención de romperle el hocico y él con la intención de que le rompas el culo?
Porque de otra forma no logro explicarme que no encuentre nada bueno en lo que haces y lo que es peor ¡¡Te sigue leyendo!!
Talvez tiene tu blog como página de inicio y no se ha dado cuenta, es increible, entrada que publicas, entrada que critica negativamente.
Hmm…, Sospechoso
3/09/2007 10:09 PM
Anónimo farfulló…
Queridos amigos… ¿y si les dijera que soy un jovenzuelo con mayores ansias intelectuales que historietas eróticas de mente pajillera?
Creía que este blog podría calmar mis ansias de conocimiento, pero la bitácora va derivando hacia lo negativo sin ningún remedio…
3/09/2007 11:30 PM
Anónimo farfulló…
eres un hennoso y me comes toda la polla.
te crees que por publicar un libro eres alguien.
jajajajajajajja
si hasta Dinio lo ha hecho!
5/02/2007 7:16 PM
faunofpark farfulló…
Es genial esta historia inner, te felicito, pero eres andaluz? Dime donde anda ese pub por si me doy una vuelta, jeje, en serio, es genial esta historia, hacía tiempo que no leía «tanto».
5/22/2007 12:51 PM
inner farfulló…
es un pub muy famoso de granada, pero no te voy a decir el nombre, jeje
5/22/2007 2:25 PM
faunofpark farfulló…
eres un mamón! tienes miedo de que pueda repetir tu historia pero con más chicas más folleteo y cumplir ese sueño que ansiabas? XD haré un poquito de google y daré con él
5/23/2007 12:54 PM
inner farfulló…
busca busca y encontraras
5/23/2007 2:28 PM
By Inner on Ago 2, 2007 at 5:28 PM
¡Grandes las veteranas! ¡M.I.L.F. power! Esás si que saben como hacerlo, (me han dicho).
By obliterator rex on Nov 29, 2008 at 8:56 AM