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La insoportable levedad del gas butano

abril 21, 2006 – 5:16 AM

Querido lector, acudo nuevamente a usted para hacerle participe de las cuestiones éticas en las que últimamente se debate mi intelecto. Procedo sin más preámbulos a detallarle la situación. No hace más de una semana me disponía a darme una ducha matutina, cuando la baja temperatura del agua me hizo caer en la cuenta de que el envase contenedor de gas butano estaba casi vacío. Salí al patio, donde se halla el aparato calentador de agua, y agité enérgicamente el envase para elevar la temperatura del gas y así conferirle mayor presión. Ocurrió entonces que desde su ventana asomo la vecina que habita en el 3ºA. Sobre esta señora me limitare a decir que es monja, aunque para mi desgracia no de clausura. Creo que en aquellos momentos me estremecí al sentir como un perturbador hálito propio de bestias carroñeras invadía el ámbito del patio, mas sólo hube de percatarme de su presencia justo al vociferarme: «¡Oye, te he dicho miles y miles de veces que no muevas la bombona que puede explotar!».

No por varios «miles de veces» pero si en tres ocasiones he tenido que escucharle a esa bruja la misma disparatada suposición, la cual podría fácilmente rebatir con mis amplios conocimientos en materia de física y química, pero me consta que ningún argumento científico resulta creíble para semejante esperpento alimentado en la superstición y el oscurantismo religioso ¿Acaso no fueron ellos los mismos que escudándose en supercherías cosmogónicas quisieron hacer de Galileo un churrasco? Lamento confesar que en aquellos momentos estuve a punto de despacharme con insultos parecidos a los que escucho proferir a vuestras madres cuando discuten el precio del pescado en el mercado, pero la templanza, las buenas maneras y la caballerosidad son para mi virtudes que no se han de perder ni en las mas comprometidas circunstancias, así que solté el envase de gas y en completo silencio me retiré del patio.

No sabría explicar de que manera este desencuentro vecinal se ha ido convirtiendo a los ojos de mi orgullo primero en una afrenta, después en una humillación, y por ultimo en un estigma que, cual falaz ignominia, altera mi ánimo y atormenta mi sueño. Lo cierto es que siento gestarse en mi interior a un inmisericorde Atila dispuesto a redimir del falso cristianismo a esta sociedad. Voy a serle franco, querido lector, o me da usted una razón para apaciguar mi ira justiciera o todas las iglesias y conventos de este puto país van a arder en purificadoras hogueras, a continuación haré derramar mi sacrosanto semen sobre la faz de cualesquiera novicias que encuentre a mi paso y finalmente violaré y después crucificaré a todas las monjas sesentonas tiquismiquis mandándolas a penar ad aeternam al averno para que expíen allí sus pecados de las manos del mismísimo Mefistófeles. Juro que para entonces nadie hallará en mí la más mínima muestra de atrición, menos aun de compasión.

Sin nada mas que añadir, despídame como de costumbre de su puta madre y reciba de este ingeniero bien posicionado una colleja por bellaco; y no me llore que le pego otra, ¡eh!¡

~~~w0w~~~

PD1: La butanofobia no es el único de los miedos que sufre esta señora. El temor a que alguien entre por la noche al edificio para robarle es su gran sufrimiento. Nos hizo pagar a toda la comunidad una puerta nueva para el portal porque la anterior tenía la cerradura rota, y coloco carteles para que nadie se olvidara de que el garante de la seguridad común estuviera bien cerrado en horario nocturno.
Pero la puerta nueva tardó dos semanas en acabar tambien con la cerradura rota, asi que “la monja” (tal es su apodo) hizo una ronda de pesquisas de piso en piso para hallar al culpable. Yo no fui.

PD2: Esta misiva fue enviada a la sección El Replicante de Yonkis.com, y obtuvo una cumplida respuesta en la Edicion nº13.

PD3: De la obra Cuentos, misivas irreverentes y malas hierbas, inscrita en el Registro Territorial de la Propiedad Intelectual de Andalucia.


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